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Crónica de las Vegas 2: Un encuentro en el Bank of América

Actualizado: 27 abr 2022

Ya era casi medio día cuando terminamos nuestros trámites de la cuenta corriente en el Bank of América. Estábamos cerca de Tropicana Ave., y la Universidad de Las Vegas, esa donde se realizó el último debate entre Clinton y Trump, cuando al caminar hacia la salida se nos acercó un tipo a ritmo apresurado para preguntarnos si éramos chilenos.


- Lo supe por el acento. Conocí Chile, Santiago, fui por trabajo, ordenada ciudad ustedes tienen.

- Y usted de donde es -le pregunté, para seguir la conversación que ya seguía a las afueras del banco con los casi cuarenta grados de calor.


Soy de Venezuela, de Caracas, nos respondió siempre con esa cálida sonrisa del caribe. Está mala la cosa por allá, le dije aceptando su invitación a conversar. Su rostro entusiasmado, me alegró un poco más. Es increíble lo mal que está, justo ahora estaba enviando cuatrocientos dólares a mi familia, cuando en la fila los escuché hablar y reconocí su acento. Y ¿en que trabaja?, le preguntó mi esposa. Lavando platos y aseando en un restaurante, ese de la esquina, nos dijo mientras apuntaba a un restaurante de comida mexicana que estaba cruzando la avenida Tropicana de casi cuatro pistas por lado. A estas alturas caminábamos juntos como dos curiosos desconocidos que deseaban comunicarse, pero él más que nosotros, necesitaba hablar. Soy ingeniero civil, se presentó, pero no recuerdo si nos dijo su nombre, trabajaba para Colgate en Caracas y todo estaba normal, nuestra casa, el coche, vacaciones una vez al año en Miami, y ahora no tenemos nada y estoy lejos de mi familia hace más de cinco meses... Es difícil… espero poder juntar lo suficiente para traerlos y comenzar de nuevo en América, pero es demasiado caro salir del país. Pensé que me iba a pedir dinero, o algo así, pero luego conversamos sobre lo ordenada de la economía chilena y sobre nuestros hijos... Llegamos al semáforo y nos despedimos con un apretón de manos. Me sentí muy torpe por nos saber que más decir o por pensar que era un mendigo. Caminamos de la mano con mi esposa y mi pequeña hija, y pensé en las tragedias familiares que puede crear la locura de algunos gobernantes, como Chávez y Maduro. Es el estigma de Latinoamérica, que cada cierto tiempo aparezca un dictador bananero con aires de mesías y destruya familias completas, como lo hizo Pinochet en Chile, Videla en Argentina, Fujimori en el Perú. Pero mientras sigamos siendo un continente subdesarrollado, con poca educación, no podemos evitar que se repita una y otra vez. Esta vez sostuve las manos de mi esposa y de mi pequeña hija con una angustiosa fuerza una que no me alejara de ellas. Durante días no me pude sacar de la cabeza esos metros que caminamos después de conversar con ese desconocido hombre venezolano.

Nevada, agosto de 2016.

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